domingo, diciembre 18, 2005

Aviones F-16: ¡Sacar a mil!

Por Raúl Sohr

Chile está comprando a Holanda 18 aviones F-16 usados por 186 millones dólares. En el precio de estos aviones está incluida una modernización de alto nivel que dotará a los aparatos de radares y aviónica similar a los instalados en los nuevos. Cada avión usado costará un poco más de 10 millones de dólares. Caro, pero una ganga comparado con los más de 60 millones dólares que costó cada uno de los 10 F-16 adquiridos nuevos a Estados Unidos, de los cuales el primer par tocará suelo chileno en enero. Esa partida costó más de 600 millones de dólares.
Explicaciones a este gasto hay, pero no son satisfactorias. Una de ellas es que los F-16 nuevos tendrán una vida útil más larga, de 30 años, contra 20 de los usados. Pero dada la velocidad de obsolescencia tecnológica actual, no vale la pena pensar en décadas.
Otra explicación de la FACH es que cuando se compraron los primeros F-16 no había ofertas de máquinas usadas en el mercado. Las había, sin embargo: una partida de 24 aviones que Nueva Zelandia había desistido de adquirir.
Se sabía ya a finales de los ’90 que muchos de los países de la OTAN iniciaban drásticas reducciones de sus arsenales. Era cuestión de tiempos de espera breves para conseguir unidades de segunda mano, o “seminuevas”, como se dice ahora. A tal punto parecía excéntrica la adquisición de la FACH que un analista ofendió al mando aéreo señalando que, de concretarse la compra, sería la escuadrilla de acrobacia más cara de la historia institucional.
Brasil abrió un concurso para la compra de aviones poco tiempo después que Chile y vio a los mismos abastecedores ofrecer sus máquinas: Lockheed-Martin (F-16), Boeing (F-18), Dassault (Mirage 2000-V), Saab (Gripen), amén de rusos y ucranianos (MIG y Sukhoi). Al final, el Presidente Lula optó por una docena de Mirage 2000 de segunda mano por meros 100 millones de dólares.
La Fuerza Aérea de Brasil sabe, como todo el mundo, que buenos aviones usados no sólo son muchísimo más baratos, sino que son casi tan eficaces como los nuevos. Ello
porque, en definitiva, un avión es una plataforma transportadora de armas. Mucho más depende de la capacidad de los radares y los misiles que de la potencia del motor y su capacidad de aceleración. Dicho sea de paso, al citar los precios de los F-16 chilenos o los Mirage 2000 brasileños, se alude sólo a la plataforma. El armamento es cuenta aparte. Por norma, los misiles y bombas inteligentes suelen costar alrededor de la mitad del valor de la plataforma. Cuanto más cara la plataforma, más sofisticado el arsenal embarcado.
En América del Sur, los países buscan una capacidad disuasiva que inhiba tentaciones aventureras. Y para ese objetivo no son necesarios sistemas de armamentos de última generación. Un argumento recurrente para justificar la compra de equipos nuevos es la necesidad de mantenerse en línea con los desarrollos tecnológicos. Esta razón es válida si las plataformas son incompatibles con el armamento. En el caso de los F-16, no hay ninguna diferencia entre los nuevos y los de segunda mano. Ambos pueden portar exactamente los mismos equipos y material destructivo.
La Armada de Chile terminó por convencerse de las ventajas del equipo usado. Por ello renunció a la construcción de buques nuevos, como lo había concebido en el Plan Tridente. De haberse materializado esta idea, apenas tres buques nuevos hubiesen costado 900 millones de dólares. En cambio, las ocho fragatas adquiridas a Gran Bretaña y Holanda costarán algo más de la mitad de dicha cifra. Así, la escuadra contará con unidades con prestaciones aceptables para las próximas dos décadas.
El caso de los submarinos es diferente. Los Scorpene fueron adquiridos nuevos, y es que el mercado de sumergibles es de poca monta. Ello porque las armadas quieren tener absoluta certeza de la calidad de cada remache y soldadura de un vehículo que se someterá a la presión de cientos de metros de profundidad. El Ejército, por su parte, también ha comprado tanques usados.
La compra de los F-16 nuevos por parte de la FACH fue desechada por el Gobierno del Presidente Eduardo Frei. Así lo señaló en su momento John Biehl, que se desempeñó como ministro secretario general de la Presidencia. El cambio de política se debió a la presión combinada de la FACH y los fabricantes norteamericanos. Para realizar la venta, Estados Unidos cambió su política de ventas de armamentos a América Latina. En las décadas anteriores se negó a vender material aéreo supersónico, para no estimular una carrera armamentista.
La incorporación de los nuevos F-16 al arsenal chileno marcó un hito que fue resentido tanto por los gobiernos de Argentina como Perú, que manifestaron sus reparos a Washington. En ambos países, los gobernantes estimaron que se incrementaba la presión de sus militares por igualar o superar la compra chilena.
Cada unidad de estos aviones nuevos cuesta lo mismo que la construcción de un kilómetro de metro. Semejante asignación de recursos públicos requiere de explicaciones a la ciudadanía que aporta los medios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es interesante el comentario. No sé si la intención es dar cuenta de un gasto que no debería haberse realizado o de las enormes cifras que hay detrás de esas compras, pero pienso que siempre será escandaloso el gasto en armamentos. Pero, también, siempre habrá un espacio en el cual no podremos indagar.

Lamentablemente, incubado o no, tendremos un nivel de desconfianza con respecto a nuestros vecinos y, eso conllevará a un estar atentos, no por nada la cordura humana no existe....